Encarnación Podadera Solórzano
Ya lo decía Cervantes: “El vicio del juego se ha vuelto ejercicio común” (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 1615). Durante los siglos XVI y XVII, etapa conocida como Siglo de Oro, nos adentramos en una sociedad estamental dividida entre las bajas capas sociales que emergían del pueblo llano, y la alta esfera social –el clero y la nobleza– cuyo eje principal de movimiento era el poder. Una España que destacaba por la pobreza, la mendicidad, la vagancia y la ociosidad dando lugar a la archiconocida picaresca, en su sentido amplio, en la que el ocio se convierte en una vía de salvación para salir de la vida pecaminosa. Entre ocio y ociosidad andaba el juego. Este, la ocupación predilecta del pícaro, fue un auténtico vicio nacional por parte de todo un grupo socialmente excluido, y poco tardó en convertirse en tema literario, destacándose principalmente el juego de naipes, que era conocido como la ciencia de Vilhán, un personaje que encarnaba el espíritu endemoniado del naipe, cuyos beneficios extraídos solo en el juego podían (re)invertirse.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados