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En algún momento de agosto del año 1327 a. C., el Gran Rey Suppiluliuma –soberano de Hatti, reino de los hititas– se irguió en su carro de guerra para otear las ruinas humeantes de la ciudad de Carquemish, en la orilla occidental del río Éufrates. Sus huestes acababan de arrasar este último bastión del reino de Mitanni, el más fiero y peligroso enemigo de los hititas en el Oriente Próximo. Desde su capital en Anatolia, los reyes hititas habían extendido su poder e influencia a través de buena parte de Anatolia y el norte de Siria. En el presente artículo, el profesor Bryce, reputado hititólogo, brinda las claves para comprender las razones del poderío del ejército que permitió sustentar tal imperio.
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