Las vueltas de la vida, esas que tildan de misteriosas, hicieron que un médico colgara a ratos la bata blanca, sin despojarse por ello del halo del científico, y vestido con pantalones cortos y zapatos deportivos, invadiera los campos verdes para inyectar optimismo, constancia y ambición a la selección venezolana de fútbol, aquejada para entonces por el miedo y la inseguridad. Los logros alcanzados indican que el diagnóstico y el tratamiento fueron acertados. El espíritu de los venezolanos lo agradece.
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