Se ofrece una argumentación tentativa en torno a la posibilidad de un supuesto giro que tendría lugar en el seno de la ética ambiental. Este giro vendría dado por la emergencia de una vertiente política e intervencionista en el antiespecismo contemporáneo que logra fracturar toda relación entre animalistas y ecologistas.
Dicha fractura es analizada aquí en los términos de una postecología y de un impulso apantropinizador, pero también se rastrean algunas prefiguras del antiespecismo en una hipotética genealogía filosófica y se aborda su peculiar ontología
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