En el inicio de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), el soberano tradicionalista, don Carlos María Isidro, se encontraba en Portugal en un forzado autoexilio. Una de las consecuencias de tal situación fue la existencia en el país vecino de un numeroso grupo de emigrados legitimistas españoles que, voluntariamente o huyendo de la represión cristina, acudían al reino vecino para ponerse al servicio de su monarca. El presente artículo aborda, con la aportación de documentación inédita, el destino –entre la gesta y la tragedia– que deparó a aquellos carlistas que no pudieron abandonar Portugal con su rey y fueron recluidos en prisiones flotantes surtas en la desembocadura del Tajo en Lisboa.
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