Pese a las dudas y desesperanzas que nos golpean a diario, creemos que otro mundo mejor es posible. En la lucha por conseguirlo tiene un papel muy destacado la comunicación para el desarrollo, y el uso que de ella hacen las Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD).
Estas entidades, a las que la población percibe como confiables, luchan, supuestamente, por conseguir otra sociedad, mejor, más justa y solidaria, trabajando por otro mundo posible.
Han de transmitir una comunicación alternativa que dé a conocer la realidad de los países menos desarrollados con un objetivo transformador. Como toda organización, no se pueden sustraer de comunicar. Informan y forman, por lo que su labor comunicativa, tanto en los países beneficiarios como en los donantes, es fundamental.
Han de ser agentes activos en la práctica de una comunicación participativa, ciudadana, que se base en el diálogo y la inclusión y que promueva el reconocimiento y el respeto por todas las culturas.
Su comunicación ha de ser diferente de la que produce una empresa cuyo objetivo es el beneficio. En las ONG, la comunicación ha de ser para el desarrollo, ha de buscar crear conciencia crítica y transformación social.
Pero, hoy por hoy, parece que la comunicación es más un instrumento, una herramienta, que un vector transversal de su accionar. El uso, crítico y riguroso, que hagan de la comunicación puede contribuir a modificar la percepción que se tiene del mundo y de lo que en él sucede. Tan sólo tomando conciencia del valor de esa comunicación es que pueden contribuir al desarrollo y al cambio social.
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