Análisis recientes han descubierto más de 500 segmentos de ADN desaparecidos del genoma humano que aún persisten en el chimpancé y en otros mamíferos. Tres segmentos parecen actuar como interruptores del ADN; la pérdida de uno espoleó el crecimiento del cerebro y la de un segundo permitió a los humanos contraer vínculos afectivos con su pareja. La desaparición de otro interruptor de nuestros ancestros pudo perfeccionar nuestra marcha bípeda, lo que dejó expeditas las manos para fabricar y usar útiles.
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