Este artículo analiza el proceso de desestalinización en el PSUC entre 1956 y 1957 a través de la imagen pública que se quiso transmitir del mismo por parte de la dirección del partido. La denuncia del culto a la personalidad y las distancias mínimas respecto a la figura de Stalin se convirtieron en los dos ejes sobre los que basculó dicha imagen. A partir de aquí, los sucesos húngaros de 1956 y las acciones contra el denominado «Grupo Anti-Partido» en 1957 se erigieron en las dos primeras, y diferentes, pruebas de fuego que dicha imagen tuvo que superar
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