La explicación evolutiva clásica de las desigualdades de comportamiento entre hombres y mujeres sostiene que son el reflejo de un patrón evolutivo visible en todo el reino animal. Desde ese punto de vista, numerosas diferencias de género serían «naturales». Pero las investigaciones han revelado que muchas de las premisas originales de ese argumento resultan erróneas. Los factores ambientales, además, desempeñan un papel primordial en el desarrollo de los comportamientos. Los cambios culturales progresivos no van en contra de la naturaleza, sino que la reescriben.
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