Hace poco más de 20 años Manuel Castells advertía que, en la esfera de las relaciones personales, se estaba instaurando la cultura de la “virtualidad real”: la realidad cotidiana de las relaciones personales se estaba trasladando a espacios virtuales, on-line, a través de dispositivos multimedia. Veinte años después, el diagnostico se confirma: la gente, en general, en la calle, se relaciona mucho más con su pantalla de móvil que con el resto de personas.
Esto, según Castells, iba a suponer una ruptura de nuestros esquemas espacio-temporales; fundamentalmente, en lo que me interesa, la noción de secuencialidad, el antes y el después: en una pantalla multimedia, la cronología se pone en suspenso; todo es conectable con todo según diversidad de criterios que obvian el principio de la temporalidad secuencial.
Por otra parte, la tecnología, en los espacios cotidianos, condiciona nuestras decisiones (no pensamos qué es lo más útil que tenemos para hacer algo, sino que, según lo que sea que tenemos, hacemos algo o no).
Ambas cuestiones marcan una frontera, cada vez más extensa, entre quienes pueden “pensar” y quienes no. Pero esa fractura se diluye cuando en ambas fronteras los esquemas heredados de pensamiento han sido dinamitados por la tecnología.
Almost 20 years ago, Manuel Castells said that, in the personal relations sphere, “real virtuality” culture was becoming: daily reality of personal relations were being transferred to virtual spaces, on-line, trough multimedia devices. 20 years later, that diagnosis is confirmed: people, in general is more closed to multimedia screems than to other persons.
That, from the point of view of Castells, will mean a deep breakness of our spece-time squemes, mainly, in which is my prime interest, of our notion of secuency, our ability to discern properly a before/later cronology. Every thing is conectable to every thing in a multimedia screem, under a diversity of criteria that don’t fit a secuencial cronology.
By the other hand, technoly condicionate our daily decisions: we are not able to estimate which is better to do under our own criteria; we do, or not do, things that are, or not, technologically al our hand.
Thus states a gorowing frontier between who are able to “think” and who are not able. Our thinking squemes have been overcame by technology.
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