En su crítica a la Modernidad, Heidegger parece decir que el hombre ha conseguido instalarse, gracias a las ciencias, sobre la naturaleza y, por gentileza de la técnica, sobre sí mismo. Esta situación sería posible porque el hombre ya no piensa el mundo, sino que lo calcula a modo de representación. Este artículo explora cómo la representación se transformó en el fundamento metafísico de la Época Moderna y de qué manera la ciencia moderna y la metafísica cartesiana influyeron en la gestación de este nuevo modo de “pensar”.
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