El conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo es fuente de múltiples aporías.
La sola pregunta: “¿quién soy yo?”, es en verdad: “¿qué conozco que soy yo?”. Ella supone haber ya dado respuesta a diversas preguntas anteriores acerca del hecho y naturaleza del conocimiento. Platón y Aristóteles enunciaron el problema y dejaron incoadas algunas líneas de progreso. Agustín de Hipona profundiza en el De Trinitate y Tomás de Aquino, acoge el aporte agustiniano en el De Veritate, avanzando aún más en su clarificación. Descartes y Kant, en el origen de la modernidad, parecen ignorar la multisecular reflexión que les precede acerca de este punto, la que no deja de ser crucial para la fundamentación de sus sistemas. Se juega en esta discusión, ni más ni menos, que el problema del origen de toda certeza.
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