El milagro es consustancial a la religión y se ha expresado a lo largo de la historia con diversos contenidos y significados. Formó parte indisociable de la sociedad andaluza del barroco, abrumada por las enfermedades y catástrofes, que creía en la capacidad de las imágenes para intervenir favorablemente en sus necesidades, tanto individual como colectivamente. Esta tendencia a ver lo portentoso en todos los ámbitos de la vida, pretendió ser racionalizada y controlada por la jerarquía eclesiástica, sometiendo a la autoridad de los obispos el discernimiento de los mismos, pero en la práctica la sociedad aceptó como milagros todos los hechos no explicables, apoyada por los clérigos, especialmente los frailes, que fueron los grandes recopiladores y difusores de ellos a través de los libros de milagros y de los exvotos colgados en los santuarios de las imágenes por ellos patrocinadas. El texto se fundamenta en una amplia casuística de textos coetáneos publicados y manuscritos de Andalucía.
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