Eran otros tiempos. Mario Conde, paradigma del éxito de los años 80, navegaba en lujosos yates de recreo; Javier de la Rosa, que llegó a ser uno de los más ricos del país, volaba en jet privado a lugares paradisíacos. Pero todo ha cambiado, y ahora para ellos, como para otros protagonistas de los grandes escándalos judiciales, darse un simple chapuzón en la playa ya es un triunfo.
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