El nombramiento de Vladimir Putin como primer ministro ha vuelto a sumir en la indefinición a Rusia, necesitaba más que nunca de una estabilidad política que le permita desarrollar las imprescindibles reformas económicas para mejorar la situación de sus ciudadanos. Mientras, el presidente Yeltsin parece más preocupado por asegurar una sucesión que le beneficie o si no, seguir aferrado al poder.
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