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La demografía no es el destino

  • Autores: David E. Bloom, David Canning, Alyssa Lubet
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 32, Nº 182, 2018, págs. 78-87
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • El envejecimiento presenta desafíos como el aumento del gasto en salud, la necesidad de cuidados a largo plazo y la reducción de la población activa. Una combinación acertada de políticas públicas puede hacerlos frente.

      La población mundial envejece rápidamente y la proporción de adultos de más edad nunca ha sido tan alta en el planeta. En 2015, se estimó que el 8,3% de la población mundial (más de 600 millones de personas) tenía una edad de 65 años o más y que alrededor del 1,7% (más de 125 millones) superaba los 80. Se prevé que en 2050 estas proporciones hayan aumentado drásticamente; para ese año un 15,8% de la población mundial (1.500 millones de personas) tendrá 65 años o más y un 4,3% (420 millones), 80 o más. Existen tres factores principales que impulsan esta transición: la disminución de la fecundidad, el aumento de la longevidad y el envejecimiento de amplios grupos de población.

      La disminución de las tasas de fecundidad es un factor determinante en el envejecimiento de la población. Gracias a un control de la natalidad más accesible y eficaz y al aumento de la supervivencia infantil, así como a cambios culturales, las tasas de natalidad disminuyeron notablemente a lo largo del siglo XX. En 1950, la tasa global de fecundidad (TGF) rondaba un promedio de 5 hijos por mujer; en 2015, había disminuido a la mitad. Para 2050, la TGF habrá descendido hasta aproximadamente los 2,2 hijos por mujer. En muchos países, las tasas de fecundidad se encuentran hoy muy por debajo del índice de sustitución demográfica a largo plazo, que equivale a algo más de dos hijos por mujer.

      También la mayor longevidad ayuda a explicar el envejecimiento de la población. A nivel planetario, los niños nacidos en 1950 tenían una esperanza de vida media de 47 años, mientras que los adultos que sobrevivían hasta los 65 años podían esperar vivir 11 años más. En 2015, la esperanza de vida al nacer había aumentado hasta los 72 años y quienes llegaban a los 65 podían esperar vivir otros 17 años. Este reciente aumento de la longevidad se debe en gran medida a la disminución del tabaquismo y a las mejoras en el acceso a una atención médica de calidad, como recogían Colin D. Mathers y otros autores en un artículo de 2014 en The Lancet. Para 2050, se espera que la esperanza de vida al nacer aumente hasta casi los 77 años, y quienes lleguen a cumplir 65 podrán esperar vivir 19 años más.

      Mientras tanto, los grandes grupos de población según edad, como la generación del baby boom, los nacidos tras la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos viven hoy a caballo entre la mediana edad y la primera tercera edad. El cambio en la silueta de la pirámide poblacional entre 2010 y 2050 ilustra el avance de la generación del baby boom desde la mediana edad hacia la tercera edad.

      Combinados, la disminución de la fecundidad, el aumento de la longevidad y el envejecimiento de grandes grupos de población elevan el porcentaje de adultos en la tercera edad dentro del conjunto de la población mundial. En 1950, solo el 5% de la población del planeta tenía 65 años o más, porcentaje que había ascendido hasta el 8% en 2015. En las décadas venideras, se espera que este porcentaje aumente sustancialmente y alcance un 16% en 2050. El cambio es aún más abrupto en el porcentaje de la población mundial de 80 años de edad o más, que pasó de solo el 0,6% en 1950 al 1,7% en 2015, y se prevé llegue al 4,3% en 2050.

      La población está envejeciendo rápidamente en casi todos los países, pero se dan considerables variaciones según el nivel de ingresos de cada país y, dentro de estos, según la región. La causa principal del envejecimiento de la población en los países de ingresos más altos es el paso a la tercera edad de los grandes grupos de edad. En los países con ingresos más bajos el envejecimiento de la población se debe principalmente a la disminución de la fecundidad, tal como analizan David Bloom y Nikkil Sudharsanan. Las TGF más bajas aparecen en algunos países de Europa y Asia oriental, con Moldavia y Taiwán a la cabeza, con 1,22 y 1,23 hijos por mujer, respectivamente. Mientras tanto, África subsahariana presenta una TGF de 4,75, apareciendo las cifras más altas en República Democrática del Congo (5,96), Somalia (6,12) y Níger (7,15). Japón es líder en longevidad, con una esperanza de vida al nacer de casi 84 años, cifra que contrasta marcadamente con Sierra Leona, donde la esperanza de vida al nacer es de unos 52 años, la más baja del mundo.

      La tabla siguientes revela marcadas diferencias país a país según grupos de edad. Por ejemplo, el 26% de la población japonesa tiene actualmente 65 años o más, mientras en Emiratos Árabes Unidos, donde reside una gran masa de trabajadores inmigrantes, solo el 1% de la población está en esa franja de edad. Se prevé que estas cifras cambien en las próximas décadas y que las poblaciones de más de 65 años se acerquen al 40% de la población total en la mayoría de países más envejecidos, porcentaje que sería aún mayor en 2050. Por ejemplo, España, donde un 18,9% de la población tiene 65 años o más y un 6% 80 años o más (es el decimotercer país más envejecido del mundo), se situará justo tras Japón, donde el 36,3% de la población tiene 65 años o más y un 14,1%, 80 o más.

      Envejecimiento, salud y desarrollo económico En todos los países y niveles de ingresos, el rápido envejecimiento de la población va acompañado de diversos problemas relativos a la salud y el desarrollo económico. Las naciones con poblaciones que envejecen rápidamente pueden encontrarse con una creciente carga de morbilidad; de hecho, casi la cuarta parte de la carga de morbilidad mundial es atribuible a las enfermedades en adultos de 60 años o más. Según un trabajo dirigido por Martin J. Prince y publicado en The Lancet en 2014, la mayor parte de esta carga de morbilidad (cerca del 70%) se debe a enfermedades no transmisibles (ENT), como cardiopatías, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas y trastornos musculoesqueléticos, mentales y cognitivos. Los problemas planteados por las ENT se ven complicados por la multimorbilidad, que afecta a la mayoría de mayores aquejados por este tipo de afecciones.

      Combatir las consecuencias negativas del envejecimiento implicará cambiar políticas y también comportamientos individuales La creciente carga de morbilidad en forma de ENT podría asimismo ralentizar el crecimiento económico. El tratamiento y la atención a las personas con ENT suponen un lastre considerable al gasto gubernamental y la riqueza de los hogares, lo que se traduce en una disminución de la inversión. En los casos en que las pérdidas son cuantificables, se hace patente un mareante coste económico derivado de las ENT, particularmente en los países con ingresos bajos y medios. Por ejemplo, India podría perder 4.58 billones de dólares y China 23.03 billones debido a las ENT durante el periodo 2012-30. A nivel individual, las ENT recortan el tiempo de trabajo y la productividad de los trabajadores, lo cual queda reflejado en la disminución del índice de actividad laboral a edades más avanzadas ...


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