Funcionan como auténticos bancos de sensaciones sonoras, disciplinadamente archivadas por géneros. Compases de tristeza, suspense, alegría o cualquier otra evocación musical apta para el consumo publicitario pueden hallarse en los fondos de un catálogo de música de librería. Introducida en España hace veinte años, esta especialidad está abriéndose paso dentro del mercado musical, empujada por su bajo coste y la rapidez de incorporación al audio que ofrece. La falta de exclusividad y un escaso poder personalizador son los puntos débiles que usuarios y editores atribuyen a la música de librería, una industria cada vez más sólida gracias a una creciente demanda provocada, en parte, por la eclosión de las nuevas cadenas televisivas.
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