Con el paso de las décadas, los poderes públicos franceses han ido creando un entorno fiscal y normativo a medida para la patronal, sin ninguna contrapartida: crédito fiscal para la competitividad y el empleo, zonas francas, exoneración del impuesto sobre bienes inmuebles, facilidades a nivel contable o exenciones y desgravaciones fiscales de todo tipo. Así pues, el Estado del bienestar funciona muy bien… para las empresas.
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