La fractura entre el oeste y el este de la Unión Europea no se resume en la oposición entre democracias liberales y gobiernos autoritarios. Refleja una dominación económica de las grandes potencias sobre los países del antiguo bloque del Este, utilizados como canteras de mano de obra barata. Desde los años 1990, las industrias alemanas llevan a cabo deslocalizaciones, trasladando sus instalaciones a Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría.
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