El auge de la economía colaborativa coincide con la crisis del capitalismo global de 2008, y un ciclo de aumento del desempleo y la precariedad laboral. En esta situación gran parte de la población trata de buscar nuevas vías de ingreso, así como acceder a servicios más económicos y diversificados. Como señalan Alonso, Fernández e Ibáñez (2016: 22) la crisis económica está influyendo en las formas de relación de la ciudadanía con el consumo, en un escenario marcado por “un incremento notable de la desigualdad económica y social, y un aumento significativo de la pobreza entre los grupos más vulnerables”. La economía colaborativa surge en este contexto junto con otras propuestas con las que a veces se confunde, como la economía social y solidaria (Fernández y Miró, 2016), o el renovado interés por la economía del bien común (Vila-Viñas y Barandiaran, 2015; Subirats y Rendueles, 2016).
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