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Obama y el cambio: política exterior de EE.UU.

  • Autores: Josefina del Prado
  • Localización: Agenda Internacional, ISSN 1027-6750, ISSN-e 2311-5718, Vol. 16, Nº. 27, 2009, págs. 271-292
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • En los meses que precedieron las elecciones en Estados Unidos del año 2009, donde resultó ganador el hasta entonces senador por Chicago, Barack Obama el lema «Sí podemos» (Yes we can) en relación con la promesa de un cambio (change) imprimió sin duda el tono a la campaña.

      La oferta de cambio cubría un amplio espectro, bastante conveniente en un contexto electoral. Los votantes podían interpretar a partir de ella la satisfacción de un sinnúmero de aspiraciones, varias que no necesariamente contemplaba el propio candidato.

      Pero la imagen de Obama implicaba ya de por sí un cambio debido a la posibilidad de la llegada del primer presidente negro en los EE.UU. Sumaba a esta percepción el que su candidatura representara la llegada a la Casa Blanca de un demócrata luego de dos administraciones republicanas, de un gobernante joven, de un hijo de migrante africano, de un nativo de Hawai. Desde la etapa electoral, su postulación representó un verdadero cambio respecto al perfil de sus antecesores y esto produjo también una variación en el comportamiento del ciudadano estadounidense, que se interesó por el proceso electoral cuando tradicionalmente se había mostrado mayoritariamente escéptico ante él.

      La promesa de cambio llegó mucho más lejos que el ámbito nacional. Siempre atrae la atención mundial la elección del presidente de la primera potencia mundial, pero esta vez el proceso captó una mayor atención en la medida que parecía reflejar un viraje importante en el curso de la historia tanto estadounidense como contemporánea.

      El mensaje de cambio y los alcances que se le dio rebasó fronteras y obtuvo la simpatía o abierto apoyo de muchos alrededor del mundo, que veían con complacencia la llegada al poder de EE.UU. de un líder al que percibían con enorme potencial para producir un cambio, el ofrecido o el esperado. No resulta extraño por ello que incluso el candidato del entonces presidente de EE.UU., George Bush, John McCain, intentara también en su campaña subirse al carro de la promesa de cambio. Sin embargo, pese a sus esfuerzos para revertir los efectos de los costos derivados de la administración Bush y de la fuerza de la candidatura de Obama, la campaña de McCain no logró igualar el impacto de la de su rival político.

      No hay duda que la expectativa de cambio fue fundamental en el triunfo del candidato demócrata. Las críticas sobre la gestión de su antecesor contribuyeron a este apetito de reformas domésticas y en política internacional.

      El lema no pudo ser mejor, el contexto alimentó las voces de cambio fuera y dentro del país a pesar de que puede resultar un arma de doble filo, pues a expectativas tan altas pueden seguir frustraciones muy grandes y las consecuentes tensiones derivadas de ellas.


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