Desde 2008, la emancipación residencial de las personas de 16 a 29 años en España ha ido disminuyendo de manera paulatina hasta alcanzar los niveles más reducidos de la última década. Aunque el hecho de residir en una vivienda independiente del hogar de origen (al margen de cuál sea el régimen de tenencia, el tipo de hogar o el tiempo de permanencia) sólo comprende una de las muchas dimensiones de las transiciones (en plural) hacia la vida adulta, sí conlleva un sinfín de decisiones y estrategias que alteran enormemente la vida cotidiana de las personas jóvenes y sus redes sociales. En este artículo se plantea examinar, desde una perspectiva eminentemente estadística y descriptiva, hasta qué punto el acceso por primera vez a una vivienda implica no sólo superar los obstáculos económicos que impone el mercado inmobiliario, sino también afrontar una reestructuración en el volumen y la distribución que realizan los hogares.
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