Se intenta pensar en como la capacidad de las funciones cuidadoras del ambiente hacia el bebé, que en tanto tengan la habilidad-intuición de conjugarse con la singularidad erógena-pulsional de este, puede permitir que lo que proviene del medio externo vaya haciéndose propio del psiquismo del niño, o en su defecto favorecer un divorcio entre lo externo con lo más endógeno de aquel, dando lugar a formas «protésicas» del yo y a las deformaciones narcisistas consecuentes. Utilizo una interpretación particular de los conceptos de incorporación e introyección que pueden ser útiles para pensar en esos avatares.
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