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Alarma en el sistema público de pensiones: ¿culpa de la demografía?

  • Autores: Pau Miret, Pilar Zueras Castillo
  • Localización: Revista del Ministerio de Empleo y Seguridad Social: Revista del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, ISSN 2254-3295, Nº. 131, 2017 (Ejemplar dedicado a: Economía y Sociología), págs. 115-140
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • Alarm over the public pension system: demography to blame?
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Este trabajo gira entorno a la relación de dependencia en el sistema contributivo de la Seguridad Social, una vez el mismo devino autónomo del sistema sanitario. Esta separación se completó en 2002 y, un tiempo después, la Seguridad Social puso a disposición de la investigación una muestra del 4% de sus registros en el ámbito contributivo, denominada como Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL). Su primera entrega incluye a la población vinculada cuanto menos un día con la Seguridad Social durante el año 2004, ya fuera por su contribución o por la percepción de algún tipo de pensión. La última versión de la MCVL publicada en el momento de redactar estas líneas corresponde al año 2015.

      Complementariamente, se dispone de la encuesta clásica del ámbito laboral conocida como la Encuesta de Población Activa (EPA), un panel trimestral rotante de hogares que aquí se utilizará desde 2004 hasta 2016.

      El objetivo de este trabajo es evaluar las bases demográficas en las que se sustenta el sistema contributivo de la Seguridad Social, es decir, considerar la relación de dependencia entre la población que recibe algún tipo de beneficio por parte de la Seguridad Social y quienes contribuyen con parte de las rentas derivadas de su trabajo. Las ayudas a las que aquí se hace referencia son la prestación por desempleo, entre que se ha perdido un trabajo y se encuentra otro, y la percepción de una pensión contributiva vitalicia, ya sea de jubilación, invalidez o viudedad.

      La sostenibilidad del sistema depende del equilibrio entre ambos componentes, el cual se ha puesto en entredicho a medio término a causa –se afirma– de las tendencias demográficas en España, a saber, ante el hecho de que se trata de uno de los países de menor fecundidad del mundo, lo que socaba el volumen de nuevos cotizantes, y el que sea uno de los lugares de mayor longevidad, lo que incrementa el tiempo de cobro de una pensión al abandonar la vida laboral. De ahí la pregunta con que se inicia esta investigación: ¿Hasta qué punto la alarma en el sistema público de pensiones está justificada por cuestiones puramente demográficas? Con este objetivo se empieza presentando a los protagonistas tanto en el numerador como en el denominador de la relación de dependencia en la Seguridad Social. El primer grupo a ser analizado es el de cotizantes, puesto que de su cotización depende la sostenibilidad del sistema. Aunque también quienes cobran una prestación por desempleo cotizan, en realidad es el Estado quien lo hace, por lo que serán considerados como dependientes y no como contribuyentes netos al sistema. El número de cotizantes creció con fuerza entre 2004 y 2008, y no lo hizo por natalidad (pues durante este período se incorporaban al mercado de trabajo las generaciones vacías nacidas en la década de los ochenta) sino gracias a la inserción laboral de una cada vez mayor proporción de mujeres y a la inserción de nueva población inmigrante. Por el contrario, entre 2008 y 2013 el proceso ha sido el opuesto, con cada vez menor población cotizante, a causa de las negativas consecuencias de la crisis económica que se sufrió entonces. De hecho, la población laboralmente activa (lo que se puede considerar como la potencialidad demográfica en el sistema) continuaba al mismo nivel alcanzado con anterioridad al estallido de la recesión. El nivel de cotización en los dos últimos años observados (2014-15) se ha ido recuperando, y en la actualidad se registra un nivel incluso superior al registrado en 2004 (el primer año observado).

      En definitiva, si fuera por la población que cotiza a la Seguridad Social el futuro del sistema sería esperanzador, pero también hay que contemplar la otra cara de la moneda, a saber, la población cuya renta depende de las aportaciones desde la Seguridad Social, pues cobran una prestación por desempleo o una pensión contributiva.

      En este otro platillo de la balanza cabe destacar la evolución cíclica del desempleo, parte del cual goza de la cobertura de la Seguridad Social por medio de la consiguiente prestación, que aquí son considerados como población dependiente. Este último valor se dobló con el estallido de la crisis económica, pero se ha mantenido estable en los tres millones durante la misma. La razón no es que las condiciones se estabilizaran, sino que, por un lado, parte de la población desempleada no tenía derecho a la prestación, pues no había cotizado lo suficiente para ello y, por otro lado, la cobertura se extinguía al cumplir el período de la prestación, dejando al individuo sin protección por parte de la Seguridad Social. Así, por ejemplo, en el momento álgido de la crisis, la población real en desempleo era del doble de la que recibía una prestación. En definitiva, el potencial demográfico desperdiciado en el mercado de trabajo en España era considerable. Además, hay que anotar que la explosión de las prestaciones por desempleo fueron la principal razón del incremento acelerado de la relación de dependencia durante los primeros años de la crisis económica, cuando se elevó la tensión en la Seguridad Social hasta el punto de tener que hacer uso del fondo de reserva, que había sido creado y cebado precisamente para este menester, a saber, para cuando una recesión hiciera acto de presencia, con la consiguiente baja en las cotizaciones y aumento en los riesgos sociales.

      El descenso del paro es un balón de oxígeno para el sistema de la Seguridad Social, pues a la par de incrementar la población cotizante disminuye los dependientes que cobran una prestación por desempleo. En este sentido la tendencia es esperanzadora, pues la tasa de desempleo (parados sobre población activa) se encuentra descendiendo, pasando de un insoportable 27% a principios de 2013 a un dramático 19% a finales de 2016: más que un balón de oxígeno es una suave brisa de aire, pero el punto de inflexión es evidente. Con todo, demandar una mayor natalidad cuando una parte tan voluminosa de las generaciones presentes no consiguen encontrar trabajo es cuanto menos cínico.

      Capítulo aparte merecen las pensiones, pues en ellas se centra el posible efecto de la longevidad en el sistema de la Seguridad Social. Al evaluar la evolución de este tipo de pensiones durante el período 2004-15 no se aprecian cambios significativos ni en la de viudedad ni en la de invalidez, pero los cambios sobre las pensiones de jubilación marcan el ritmo de la relación de dependencia. Nunca han dejado de incrementarse, y no cabe duda de que continuaran haciéndolo, no solo por el continuado incremento de la esperanza de vida sino también, y muy en especial, por el mayor volumen de las generaciones que acceden a la jubilación, tendencia que se mantendrá hasta que las cohortes nacidas en 1976, las más numerosas de la reciente evolución en España, alcancen la edad ordinaria de jubilación, lo que ocurrirá de aquí en tres décadas: hasta el momento estarán plenamente disponibles y dispuestas para sostener con fuerza el sistema de la Seguridad Social, todo un bonus demográfico que no se debería despreciar.

    • English

      This paper discusses the dependency ratio in the contributory Social Security system after it became autonomous from the National Health system. This separation occurred in 2002 and, some time later, the Social Security system made available for research purposes a sample of 4% of its records from the contributory scheme known as the Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL – Continuous Work History Sample). The first batch of entries includes the population linked with Social Security for at least one day in 2004, either through contribution or by receiving some kind of pension. The final version of the MCVL, which was published at the time of writing, refers to 2015. Further information has been made available by the classical employment survey, the Encuesta de Población Activa (EPA – Labour Force Survey), providing quarterly household rotating panel data. The present study will use this material, from the period 2004 to 2016.

      The aim of the paper is to evaluate the demographic bases sustaining the Social Security contributory system or, in other words, to consider the dependency ratio between the population receiving some kind of Social Security benefits and those who contribute with part of the income derived from their work. The Social Security support referred to here is in the form of unemployment benefits paid from the time of a person’s losing a job to finding another, and the receipt of a contributory lifetime pension, which may take the form of a retirement, invalid, or widow’s or widower’s pension.

      The sustainability of the system, which depends on the balance between the two components, has been called into question in the medium term, purportedly because of Spain’s demographic trends and, in particular, the fact that it has one of the world’s lowest birth rates, which has then limited the volume of new contributors. Moreover, it is among the countries with the highest life expectancy, which then extends the time of pension payments after retirement. This gives rise to the question which led to the present research: to what extent is alarm over the public pensions system justified by purely demographic issues? With this objective in mind, the study begins by presenting the key factors in both numerator and denominator of the Social Security dependency ratio. The first group to be analysed is that of contributors since the sustainability of the system depends on their contribution. People receiving unemployment benefits also contribute but, in fact, it is the state which really does so. Hence they will be considered as dependent and not net contributors to the system. The number of contributors rose steeply between 2004 and 2008, not because of the birth rate (since the low-birth-rate generation of the 1980s joined the job market in this period) but, rather, as a result of the integration into the labour market of a rising proportion of women and the new immigrant population. In contrast, the process between 2008 and 2013 has been the opposite, with an ever-smaller contributor population as a result of the negative consequences of the economic crisis of these years.

      Indeed, the working population (which could be viewed as the demographic potential in the system) continued at the level it had reached before the onset of the recession.

      The contribution level in the last two years under observation (2014–2015) has been recovering and, at present, has even surpassed the level registered in 2004 (the first year observed).

      In brief, if everything depended on the population contributing to Social Security, the system would appear to have a bright future, but the other side of the coin-or the people whose income depends on Social Security pay-outs as they are receiving unemployment benefits or a contributory pension-must also be taken into account.

      On this other side of the scales, it is necessary to draw attention to the cyclical evolution of unemployment, part of which is covered by the relevant benefits whose recipients are regarded here as the dependent population. In this latter case, the figure doubled with the onset of the economic crisis but remained stable at three million throughout. This has not happened because conditions stabilised but, first, because part of the unemployed population had no right to benefits since they had not contributed sufficiently and, second, the cover ended once the period of benefit payments expired, leaving the individual without Social Security protection. Consequently, at the peak of the crisis, for example, the real unemployed population was twice that receiving benefits. In a nutshell, the disregarded demographic potential in the Spanish labour market was considerable. It should also be noted that the dramatic rise in unemployment benefits pay-outs was the main reason for the accelerated increase in the dependency relationship in the early years of the economic crisis when the pressure on Social Security increased to the point that it was necessary to resort to the reserve fund, which had been created and enlarged with precisely such a contingency in mind: the appearance of a recession with the resultant decline in contributions and greater social risks.

      Lower unemployment is a lifeline for the Social Security system since it both increases the number of contributors and reduces the number of people being paid unemployment benefits. In this regard, the trend is hopeful since the unemployment rate (number of unemployed people as a percentage of the labour force) is dropping, moving down dramatically from an intolerable 27% at the beginning of 2013 to 19% at the end of 2016. Rather than a lifeline or oxygen mask, perhaps, this is a small breath of fresh air, although the turning point is clear. All in all, calling for a higher birth rate when a large part of the present generations is unable to find work is cynical to say the least.

      Separate consideration must be given to pensions since the possibilities for the endurance of the Social Security system hinge on them. Study of the evolution of contributory pensions in the period 2004 to 2015 shows no significant changes either in invalid or widows’ and widowers’ pensions, while changes in retirement pensions influence the dependency ratio. They are continually increasing and, without a doubt, will keep doing so, not only because of the steady rise in life expectancy but, above all, because of the greater volume of the generations of people who are retiring. This trend will continue until the cohorts born in 1976–the most numerous in Spain’s recent evolution–reach regular retirement age, which will occur in three decades’ time. At present, they are fully available and able to provide a strong underpinning for the Social Security system. This is a demographic bonus which should not be underrated.


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