Serios índices de fraude electoral desacreditan el escrutinio presidencial hondureño del 26 de noviembre. El presidente saliente, Juan Orlando Hernández, fue reelegido en detrimento del centrista Salvador Nasralla, comprometido en la lucha contra la corrupción. Todo ello con el beneplácito de Estados Unidos, omnipresente en la vida política y militar del país desde comienzos de los años 1980.
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