Durante la sublevación burkinesa que llevó a la caída de Blaise Compaoré en 2014 apareció un cisma entre las fuerzas del cambio “históricas”, con los sindicatos a la cabeza, y las organizaciones llamadas “seta”, que surgieron entonces. Sería el efecto de una ruptura generacional, pero también de divergencias estratégicas e ideológicas, las cuales persisten en un contexto de decepción.
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