Aunque la fe cristiana ofrece apoyo y consuelo ante la muerte, morir no es fácil. Supone desprenderse de todo lo que hemos sido y de quienes amamos, y entregarnos, confiados, en las manos de Dios. Las dudas, el miedo, el enfado, el apego, el orgullo,son algunas de las tentaciones que probablemente atravesaremos en el camino. Responder a todo este profundo sufrimiento con fe, confianza, paciencia, generosidad y humildad es la ingente labor, el parto, que nos espera. Por eso morir es una tarea y la mayor oportunidad de transformación espiritual que nos ofrece la vida. Solamente una fe que ha ido más allá de las creencias para convertirse en profundo amor y seguimiento a Jesús puede sostenernos al final.
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