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«Make love, not war». Communitarian life experiences as laboratories of peace education in Italy

    1. [1] University of Florence

      University of Florence

      Firenze, Italia

  • Localización: Aula: Revista de Pedagogía de la Universidad de Salamanca, ISSN 0214-3402, Nº 22, 2016 (Ejemplar dedicado a: Museísmo pedagógico), págs. 175-188
  • Idioma: inglés
  • Títulos paralelos:
    • «Haz el amor, no la guerra». Experiencias de vida comunitaria como laboratorios de educación para la paz en Italia
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Las décadas de 1960 y 70 marcaron en Italia un momento de gran discontinuidad, cambio y conflicto generacional. En estos años de protestas estudiantiles afloraron estilos de vida originales y alternativos: los jóvenes quisieron participar personalmente en una experiencia concreta y real de construir la paz, la fraternidad y compartir la propiedad (y en algunos casos también los afectos personales), saliendo de los roles impuestos por la familia burguesa. El pacifismo se mezclaba eclécticamente con sueño americano y estas primeras «comunas» italianas con la espiritualidad oriental; rebelión y consumo de drogas se intercalaban con ideologías marxistas procedentes de diversas fuentes. El resultado fue un minoritario, pero sustancial (no fugaz), movimiento que tenía lazos con sus predecesores del siglo XIX (tanto de origen religioso como socialista) y con algunas interesantes experiencias del siglo XX, que se han mantenido hasta hoy.El ideal comunitario se concretó en algunas experiencias que se interconectaron con solidez, y así se llegó a formar un movimiento internacional. Si bien en términos numéricos las personas que eligieron vivir de forma comunitaria (también en las eco-aldeas o coviviendas) eran pocas, su forma de pensar comenzó a ser compartida por cada vez más amplios sectores de la población, con efectos evidentes en los estilos de vida (tales como la compra de alimentos orgánicos) y las formas de educación. En concreto, mencionamos su negativa a hacer el servicio militar, la apertura a la espiritualidad oriental, el vegetarianismo, su visión ecológica, la lucha contra la vivisección y de derechos de los animales, y el llamado consumo crítico. En Italia, esta última faceta se desarrolló sobre todo gracias a Francesco Gesualdi, un alumno de Don Milani, que persiguió el ideal de una paz que nunca se separa de la justicia: con su actividad y los escritos que publicó, son muchos los consumidores responsables que se están comprometiendo en una forma de protesta no violenta contra el despilfarro y la violencia del mundo económico. Por desgracia, no hay que olvidar que no se cumplieron todas las promesas de hermandad y alegría comunitaria entonces proclamadas. Algunas comunidades, desde el secreto de su mundo aislado, practican formas de coerción y violencia, incluso contra los niños. Estos casos, algunos de los cuales han sido objeto de investigaciones criminales por el poder judicial, muestran cómo el peligro no se encuentra en las drogas o la promiscuidad sexual, temidos al principio, sino en el propio carácter mismo de las comunidades pequeñas, por definición diferente del resto del cuerpo social y con un objetivo físicamente separado. De tal manera que, paradójicamente, en estas comunidades, la historia, la violencia y la paz se entrelazan.

    • English

      The 1960s and 70s in Italy marked a moment of great discontinuity, change and generational conflict. In these years of student protests, original and alternative lifestyles came to light: young people wanted to personally engage in a concrete and real experience of peace, brotherhood and sharing property (and in some cases also personal affections), breaking out of the roles imposed by the bourgeois family. The pacifism of these first Italian «communes» eclectically mixed the American dream with Eastern spirituality; rebellion and drug use with Marxist ideologies stemming from various sources. The result was a substantially minority (but not fleeting) movement which had ties both with its nineteenth-century predecessors (of both religious and socialist origin) and with some subsequent interesting twentieth-century experiences, up to the present day.The communitarian ideal took shape in some experiences which became increasingly interconnected, and so went on to form an international movement. While, in terms of numbers, the people choosing to live in communitarian form (also in the recent eco-villages or cohousing) were few, their way of thinking started to be shared by increasingly broad swathes of the population, with evident effects on lifestyles (such as buying organic foods) and forms of education. In particular, think of their refusal to do military service, openness towards Eastern spirituality, vegetarianism, their ecological vision, fight against vivisection and for animal rights, and so-called critical consumption. In Italy, the latter aspect developed above all thanks to Francesco Gesualdi, a pupil of Don Milani who pursued the ideal of a peace that was never detached from justice: with his activity and writings he made consumers responsible, engaging them in a form of non-violent protest against the waste and violence of the economic world.Unfortunately, we must not forget that not all the promises of brotherhood and communitarian joy were fulfilled. Some communities, in the secrecy of their isolated world, practised forms of coercion and violence, even against children. These cases, some of which have been subject to criminal investigations by the judiciary, show how the danger is not to be found in the drugs or the feared sexual promiscuity of the outset, but in the very character itself of small communities, by definition different from the rest of the social body and purposefully, physically separate. Such that, paradoxically, in these communities’ history, violence and peace interweave.


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