La práctica de exhibir cabezas y cráneos sobre estructuras ceremoniales se difundió hacia el segundo milenio de nuestra era y representa un giro en la ritualidad mesoamericana que suponemos acompañó un incremento de los sacrificios humanos. Estudios recientes de cráneos perforados en Chichén Itzá abordan los procesamientos de las cabezas humanas de los sacrificados y su exhibición pública en la época posterior al colapso maya.
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