Desde la elaboración de las guías de práctica clínica en hipertensión arterial en enero del año 2000 se han producido nuevas evidencias científicas que hay que tener en cuenta en el ámbito de la práctica clínica. Es necesario realizar la evaluación clínica del hipertenso mediante la estratificación de su riesgo cardiovascular global, en la que los datos aportados por el electrocardiograma (ECG) y el análisis de orina (detección de excreción urinaria de albúmina) son de especial relevancia. Hasta la actualidad, los resultados de múltiples estudios disponibles indican que en la hipertensión arterial lo más importante es normalizar los valores de la presión arterial, con un control más estricto en los hipertensos de mayor riesgo (diabéticos, lesión de órgano diana y enfermedad cardiovascular asociada). La individualización del tratamiento constituye la base de la elección de fármacos antihipertensivos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los hipertensos con ciertas enfermedades asociadas obtienen un mayor beneficio de determinados grupos farmacológicos. Los hipertensos diabéticos o con hipertrofia ventricular izquierda parecen beneficiarse del bloqueo farmacológico del sistema renina-angiotensina y los pacientes con insuficiencia cardíaca deben recibir tratamiento combinado con inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina (IECA) y bloqueadores beta.
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