El autor realiza un estudio evolutivo de la estafa y del nuevo patrón de medida del engaño. La corriente actual suaviza y relativiza las exigencias potenciales del engaño que, antes, requerían de un plus de intensidad y de maquinación artificiosa, para que fuera penalmente relevante y que, ahora, le darían la cualidad de bastante, por otro básico de mera suficiencia ajustada a la realidad social económica y convivencial.
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