Santiago de Compostela recibió durante el siglo XIX un incesante goteo de inmigrantes procedentes de La Rioja, los cuales formaban parte de una inmigración especializada a la vez que cuantitativamente poco importante, pero que dejaría su impronta en la ciudad. Abandonaron su tierra debido al declive, a mediados del siglo XVIII, de las manufacturas laneras castellanas, lo que supuso un empobrecimiento general para toda la zona. Eran comerciantes, actividad en la que prosperaron hasta el punto de hacerse un lugar entre la burguesía local, estatus que completaron al casarse con las hijas de burgueses compostelanos.
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