El desafío de la “cuestión mística”, desde el punto de vista de la posteridad de Certeau, es muy grande por dos razones. Por un lado, esta cuestión plantea el problema de la pertenencia cristiana –de la fe cristiana, por así decirlo– de la obra de Certeau tomada en su globalidad. ¿Esta pertenencia y esta fe habitan la totalidad de la obra? Por otra parte, la “cuestión mística” fractura en su interior mismo la cuestión de la pertenencia cristiana y la de la fe en un Dios, ya que todo el trabajo de Michel de Certeau ha consistido, en su vasta empresa de descifrado del “lenguaje místico”, en identificar en ese lenguaje los signos de una desafiliación o de una dificultad –hasta el extremo de la ex-sistencia, la salida de sí– de decir el nombre del Padre, de hablar el lenguaje recibido en el nombre del Padre; haciendo de esta dificultad el síntoma de una crisis y de una transformación social mayores en la sociedad cristiana de la primera modernidad, en la cual los “místicos” habrían sido a la vez heraldos y víctimas. El presente ensayo desarolla concretamente estas líneas de interpretación por medio de una lectura crítica de unas páginas de la Fábula Mistica publicada por Certeau en 1982.
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