La muerte sigue siendo un misterio. Poco o nada sabemos de ella, excepto que, algún día, también llamará a nuestra puerta. Porque, pese a la certeza de que todos moriremos, la muerte siempre se conjuga en tercera persona, siempre es otro quien abandona esta vida. De ahí que sea tan difícil hablar sobre ella. Pese a todo, propongo dos ámbitos en los que aspiramos a que la muerte tenga algún sentido. La medicina y su saber empírico-técnico, por una parte; la narración y su saber metafórico, por otra. Es de este último saber metafórico del que me voy a ocupar. De la capacidad de las narraciones en general y de una narración audiovisual en particular, de hablar de ese ser para la muerte que es el ser humano de forma oblicua, a través de metáforas. La narración elegida es El paciente inglés/ The English Patient (1996) de Anthony Minghella. A partir de las historias entrecruzadas de los diferentes personajes que pueblan esa narración y de las metáforas de las que se sirve el relato, trataré de mostrar que la experiencia narrativa puede constituir una verdadera experiencia moral. Pues en ella, se encarnan, se hacen carne, adquieren rostro, razones y emociones, aspiraciones generales y específicos proyectos de vida, objetivos colmados y deseos insatisfechos. Por supuesto, no se trata de que derivemos de una película las normas de nuestro actuar moral, que ella nos diga cómo debemos comportarnos ante una situación determinada; más bien, pretendo señalar su capacidad para incrementar nuestra receptividad a la pluralidad, la singularidad y la dimensión emotiva de la(s) vida(s). Y de la(s) muerte(s).
Death continues to be a mystery. We know little or nothing about it, except that someday it will come calling at our door. This is because, despite the certainty that we are all fated to die, death is always conjugated in the third person; it is always someone else who leaves this life. This is why it is so difficult to talk about it. Nevertheless, I propose two environments in which we aspire to death having some meaning: medicine, and its empirical-technical savvy, on one hand, and narrative and its attribute of metaphor, on the other. Here it is this metaphoric aspect that I shall be addressing. I shall address the capacity of narrative in general and of an audiovisual narrative in particular to speak of that entity, death, an obliquely human form, through metaphors. The narrative in question is The English Patient (1996) by Anthonly Mingella. With the entangled stories of the different characters featured in this movie and with the metaphors appearing there I shall attempt to show that the narrative experience may offer a true moral experience, because in it the characters come to life, acquire a face, reasons and emotions, general and specific aspirations and life projects, aims fulfilled and desires left unfulfilled. Of course, it is not a question of deriving, from a film, any norms about our moral actions or that the film should tell us how we are to act; instead my aim is to highlight the capacity of movies to increase our receptiveness to what is plural, what is singular, and the emotional dimension of life and death.
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