La evaluación formativa o evaluación para aprender, la evaluación como elemento esencial de todo el proceso de aprendizaje es el objetivo de este trabajo. Sin menoscabo de otros tipos de evaluación y de la fecunda reflexión sobre creación y corrección de exámenes, ahora y, desde nuestra perspectiva de docente, nos interesa detenernos en el día a día de la clase, en las condiciones que favorecen el aprendizaje y en el papel regulador de la evaluación como guía, mediación, retroalimentación y motor de progreso.
Iniciamos esta andadura con un acercamiento a los conceptos que manejamos de evaluación y específicamente de evaluación formativa, en el que integramos los aspectos procedentes de otras denominaciones (evaluación para aprender, formadora, auténtica, dinámica y continua). Fundamentamos, a continuación, esta forma de hacer, acudiendo a las aportaciones de los estudios relacionados con los procesos de aprendizaje y comunicación, extrayendo de ellos las ideas matrices que apoyan nuestra reflexión. El tercer punto aterriza en el aula para especificar y ejemplificar el trabajo de la evaluación formativa en la práctica: qué evaluar, cuándo hacerlo y cómo. Terminamos con un apartado sobre recogida de datos en la evaluación formativa y proponemos una serie de herramientas flexibles que agilizan la tarea. A modo de conclusión insistimos en la idea generadora de este trabajo que es la relación dialéctica entre aprendizaje y evaluación, relación indisoluble en que no es posible una parte sin la otra.
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