Confucio y el mundo que viene

• Autores: Ignacio José García Sánchez
• Localización: bie3: Boletín IEEE, ISSN-e 2530-125X, Nº 6 (Abril - junio), 2017, págs. 92-103
• Idioma: español
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• Resumen
  • español

    La rapidez de la transformación que sufre el mundo lo atestiguan los innumerables intentos para intuir las tendencias que nos permitan vislumbrar la dirección del cambio.

    Todas las parcelas de la vida humana sienten ese vértigo, como si de una huida cuesta abajo, hacia lo desconocido, sin frenos y con pocas posibilidades de cambiar el curso de los acontecimientos, nos estuviese exigiendo pronosticar el futuro para evitar lo inevitable.

    La tecnología, la comunicación y la información son los caballos de Tro ya que nos introducen de forma subrepticia en mundos desconocidos e inexplorados. Más que nunca parece necesario recuperar el pensamiento, el mundo de las ideas, la filosofía política, el espíritu de la naturaleza, todo un cuerpo doctrinal que nos refiere a la razón histórica de la humanidad, a su desarrollo y progreso.

    Confucio forma parte de ese mundo por méritos propios. Y aunque haya habido múltiples intentos de acallarlo, y se pretenda en el futuro dejar su pensamiento arrinconado o abocado al olvido, no parece posible que esto sucede, o mejor sería que nunca sucediese. Las ideas son nuestra herencia y marcan nuestro futuro como un código genético cultural cuyo conocimiento nos debe hacer más libres y permitir reconciliarnos con ese futuro incierto y cambiante que nos abruma

  • English

    The transformative fast track of the world is witnessed by the various attempts to look throughout the global trends. It should allow us to glimpse the direction of the change.

    The whole human life feel this vertigo, as if from a flight downhill, into the unknown, without brakes and with little chance of changing the course of events, we were demanding to forecast the future to avoid the inevitable.

    Technology, communication and information are the Trojan horses that introduce us surreptitiously into unknown and unexplored worlds. More than ever, it seems necessary to recover the thoughts, the world of ideas, the political philosophy, the spirit of the Nature, a whole doctrinal body that refers to the historical reason of humanity, its development and progress.

    Confucius is part of that world by his own merits. Although, there have been multiple attempts to silence it and, probably, there will be more in the future, it does not seem possible that this happens, or better would never happen. Ideas are our heritage and mark our future as a cultural genetic code whose knowledge must make us freer and allow us to reconcile ourselves with that uncertain and gloomy future that overwhelms us