Que la democracia y los procesos de democratización no siguen caminos unidireccionales hacia un único fin o meta es una evidencia. Volver a leer los debates que se dieron durante la independencia de las colonias americanas y la revolución francesa a fines del siglo xviii y, poco más tarde, durante las discusiones que precedieron a la formación de la Confederación Suiza, son tan solo unas pocas pruebas de lo dicho.
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