Han transcurrido ya quince años desde la honrosa designación de Cuenca como Patrimonio Cultural de la Humanidad, tiempo suficiente para hacer un espacio y, entre nosotros, meditar sobre cómo estamos caminando y asumiendo esta enorme responsabilidad, porque, si bien es un honor, es también un compromiso de engrandecimiento y respeto a esta ciudad. Evidentemente, el mundo está pendiente del cumplimiento del valioso encargo que se nos ha entregado.
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