Se trata de un bello ejemplar canino, de raza pekinesa, llevado a consulta a la Escuela, el día 25 de febrero del presente año.Interrogado el propietario sobre la causa que lo había inducido a llevar el animal, nos manifestó que desde hacía algunos meses le había notado el crecimiento de los testículos.Inspeccionado el animal pudimos comprobar que el saco escrotal derecho tocaba con su cara inferior el suelo: en la marcha no notamos anormalidad alguna en la movilidad.Mandamos que lo colocaran en la mesa para hacer un examen con mayor detenimiento, y una vez allí comenzamos la palpación, notando una tumoración pastosa y reductible; tal tumoración se reducía casi totalmente al hacerle presión de atrás hacia adelante y únicamente quedaba unacuerda tensa que se dirigía del saco escrotal a la parte inferior y lateral de la pared abdominal derecha. Tomando la cuerda por guía y deslizando los dedos hacia adelante, llegamos hasta la boca o anillo herniario.Se trataba, pues, de una hernia ventro-escrotal de origen traumático, puesto que al operar no se encontró paritoneo. El ansa intestinal franqueó la cavidad abdominal y dislaceró el tejido conjuntivo subcutáneo, al dirigirse hacia atrás hasta que descendió a la bolsa escrotal derecha.La antigüedad de la lesión y la edad del perro nos dieron pie para deducir que el único tratamiento, de resultados seguros, aun cuando peligroso, era la herniotomía.
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