Tras la victoria británica en Culloden y el ocaso de la Rebelión jacobita, la persecución de los escoceses rebeldes fue meticulosa y se encaminó hacia un objetivo básico: impedir el estallido de ulteriores levantamientos. Amén de decretar la búsqueda de los líderes jacobitas que escaparon tras la batalla, Cumberland hizo requisar los bienes de los rebeldes más obstinados y llevó sus tropas al corazón de las Highlands para demostrar, a quienes todavía resistían, que las colinas no eran un refugio inexpugnable. Al mismo tiempo, conviene matizar: el duque ofreció amnistías y no toleró que sus tropas obrasen abusos injustificados en su nombre.
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