Las convulsiones que afectaron a las islas británicas desde finales del siglo XVII hasta mediados del XVIII fueron fruto de una mezcla de factores dinásticos, religiosos y políticos. En 1685, tras morir sin descendencia legítima Carlos II, su hermano Jacobo, católico, se convirtió en el rey de Inglaterra y Escocia. Sus políticas, que amenazaban la supremacía protestante en las islas, llevaron a su derrocamiento en 1688. La casa de Estuardo perduró algunos años en las personas de sus hijas, María II y Ana II. La muerta de este sin descendencia, en 1714, encumbró a una nueva dinastía, la casa de Hannover, oriunda de Alemania.
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