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Divinidades y vírgenes de cara negra

    1. [1] Universidad Complutense de Madrid

      Universidad Complutense de Madrid

      Madrid, España

  • Localización: Revista digital de iconografía medieval, ISSN 2254-7312, Vol. 9, Nº. 17, 2017, págs. 45-60
  • Idioma: español
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Desde la más remota Antigüedad los meteoritos han sido objeto de veneración como piedras caídas del cielo (diopetes) y, por lo tanto, “cratofanías” (manifestaciones de poder) de la diosa madre. También se las llamó “piedras de rayo” y como columnas o betilos (beth-el), término semita que significa “morada del dios”, recibieron culto en numerosos templos o santuarios. Entre los casos más conocidos pueden citarse la “piedra negra de Pesinunte”, tenida por la diosa frigia Cibeles, o el sagrado betilo que, recubierto de oro, era la encarnación de la Ártemis Efesia. En la actualidad, el culto a los citados meteoritos pervive en la Kaaba de la Meca.

      El carácter sacro de las “divinas piedras negras” propició el hecho de que las primeras efigies de las vírgenes cristianas tuvieran el rostro y las manos negras o de color moreno, como muestra de su sagrada antigüedad. Dicha tez también se aplicó al Niño que aparecía en sus rodillas. Estas características se mantuvieron a lo largo de todo el Medievo, época en la que florecieron, tanto en Europa como en España, las llamadas “vírgenes de cara negra” que fueron, y aún son, objeto de la máxima veneración en iglesias, monasterios y santuarios.

    • English

      Since the most remote antiquity, meteors have been venerated, seen as hailstones fallen from the sky (diopetes), and, therefore, “cratophanies” (manifestations of power) of the Mother Goddess. They were also called “ray stones” and, as columns or betyles (beth-el), a Semitic term that means “abode of the god”, they received worship in numerous temples or sanctuaries. Among the best-known cases, we may highlight the “Pesinunte black stone”, adored as the Phrygian goddess Cybele, or the sacred betyl that, plated with gold, was the incarnation of the Ephesian Artemis. Nowadays, the cult of these meteors survives in the Kaaba in Mecca.

      This sacred character of the “divine black stones” led to the fact that the first effigies of the Christian virgins had their face and their hands black or dark as a sign of its sacred antiquity.

      The same skin colour was applied to the child on her knees. These features were aintained throughout the Middle Ages, during which the so-called “black faced virgins” flourished, both in Europe and in Spain. These Marian images were, and still are, object of intense worship in churches, monasteries and sanctuaries.


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