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Reflexiones marginales sobre la corrupción

  • Autores: Joan J. Queralt Jiménez
  • Localización: Crítica penal y poder: una publicación del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos, ISSN-e 2014-3753, Nº. 2, 2012, págs. 18-35
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      La corrupción, como fenómeno delictivo, previsto y penando en las leyes penales, no es nuevo; es un histórico fenómeno social y político. Sin embargo, es motivo de enorme preocupación. La razón estriba en que la corrupción, tanto la que tiene lugar en el sector público, como en el privado, y su cada vez más frecuente ligazón, corre el peligro de, por su reiteración, convertirse en sistémica, lo que le haría invulnerable a su erradicación y pondría en peligro la propia esencia de la sociedad actual. Por ello se hace necesario abordar desde una perspectiva político-criminal integral la lucha contra esta lacerante lacra que consume recursos humanos, sociales y económicos en una desmedida proporción. Así las cosas, se sostiene la tesis de que no es tan necesario la definición de nuevas infracciones -cosa relativamente simple-, sino que lo decisivo es abordar abiertamente desde las instancias implicadas este combate. Hará falta para ello, además de esta voluntad política y de los órganos de persecución (estrategias preventivas), una adecuación, reformulación y renovación de los diversos medios represivos con los que ya contamos (estrategia reactiva), de modo que las sanciones que se apliquen sean reales y efectivas y, por tanto, disuasorias, por un lado, de anuladoras de los efectos de la corrupción. Es esta tarea la que dista de ser un hecho en la realidad y que requiere su puesta en marcha cuanto antes.

    • English

      Corruption, as a criminal phenomenon foreseen and punished in criminal laws, is not new; it is a historic social and political phenomenon. However, it causes a great concern. The reason is that corruption (the kind taking place in the public, as well as in the private sector, and its increasingly tight bond) is a danger that, by repetition, becomes systemic. Systematic corruption is invulnerable to eradication, and it endangers the essence of today's society. To fight this gnawing curse which consumes human, social and economic resources in a disproportionate share, it is therefore necessary to adopt a comprehensive political-criminal approach. Here, I argue that it is not necessary to define new offenses –something relatively simple to do; on the contrary, what matters is that the bodies involved in its fight address this problem overtly. Hence, in addition to the political willingness and to the enforcement of the prosecution bodies (preventive strategies); it is required to undertake an adaptation, reformulation and renewal of the repressive means with which we already count on (reactive strategy). In this way, the penalties imposed will be effective and, therefore, deterrent; and, hence, they will be able to cancel the effects of corruption. This task is far from being a fact, and it requires being implemented as soon as possible.


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