La Divina Greta habría resultado tan humana como cualquier otro mortal, con sus mismos defectos y virtudes, si se hubieran confirmado las noticias ampliamente divulgadas por la prensa respecto a sus devaneos amorosos. Siempre se especuló sobre su amplio espectro de aficiones en materia sexual y ciertos documentos escritos por la dramaturga española Mercedes de Acosta, fallecida en 1968, contribuyeron a aumentar las sospechas. Sin embargo, las 55 cartas íntimas donadas por ella que se exhibieron el pasado abril en el Museo Rosenbach de Philadelphia al haber transcurrido los 10 años exigidos desde el fallecimiento de ambas para su publicación, no terminan de confirmar si la diva tenía o no ciertas preferencias impropias de su tan cacareada divinidad.
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