Aumentar el contenido de los suelos en carbono orgánico, procedente sobre todo de la descomposición de los residuos vegetales, permitiría atenuar el exceso de CO2 atmosférico, responsable del cambio climático.
De cara a conseguir ese objetivo, reforestar terrenos baldíos o improductivos parece a primera vista una política adecuada. Pero en España, especialmente en las zonas húmedas, quizá no sea siempre la opción más efectiva. Después de una plantación, pueden necesitarse varias décadas para que se produzca una ganancia neta de carbono, y aún más para que este quede retenido en el suelo de forma estable.
El mantillo de hojarasca del suelo representa un secuestro neto de carbono y tarda menos en formarse tras la reforestación. Sin embargo, es frágil y puede perderse con facilidad.
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