Los conocimientos sobre el cerebro humano proceden con frecuencia de experimentos llevados a cabo con ratones, ratas u otros animales. El cerebro de estas especies tiene mucho en común con el humano, pero se halla muy poco plegado, una diferencia que afecta al funcionamiento neural.
Las propiedades únicas del cerebro humano explican en parte por qué los estudios con roedores no han dado lugar a nuevos tratamientos contra diversos trastornos mentales, como el alzhéimer o la esquizofrenia. Ello ha motivado la búsqueda de nuevas formas de llevar a cabo experimentos de neurociencia.
Una alternativa contempla el cultivo de una parte del cerebro en desarrollo en una placa de laboratorio. Es muy probable que estos organoides proporcionen información que no puede obtenerse a partir de estudios realizados con ratones; ya se están usando en investigaciones sobre el virus del Zika.
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