Los bioingenieros han creado células vivas capaces de contar, sumar, almacenar datos en memorias y ejecutar operaciones lógicas básicas.
Estas biocomputadoras se comunican por medio de señales químicas intrínsecamente ruidosas. También resulta problemático predecir su eficacia antes de su construcción, porque sencillamente no sabemos lo suficiente sobre el funcionamiento de las células.
Algunos laboratorios y empresas de investigación están ensayando aplicaciones, como células que se puedan ingerir para tratar enfermedades metabólicas.
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