Haría es un núcleo de interés cultural, enclavado en un valle dominado por un extenso palmeral; un emblema de Lanzarote y de su oferta turística. Su valor deriva de las singulares formas de adaptación del entorno para su explotación por el hombre, que han creado el paisaje existente. Hacia 1960, con la decadencia de la agricultura tradicional, comienza un proceso de deterioro paulatino del conjunto; no obstante, su potencia paisajística y valor patrimonial son aún notables, y urgen las iniciativas para garantizar su pervivencia y potenciación.
El artículo indaga en las fórmulas de mantenimiento de este tipo de paisajes construidos que requieren de la mano del hombre para mantenerse. Paisajes que constituyen estandartes publicitarios de la oferta turística, pero que se encuentran al margen de los beneficios económicos que produce. Paisajes urbanos en tanto que su único uso es el de servir de espacios de expansión a los habitantes de las urbes. Paisajes, en fin, que requieren para su conservación de una alternativa rentable de uso, que, en un área de turismo masivo como las Islas Canarias, sólo puede provenir del turismo. Se trata de una reflexión extensible a muchos otros espacios que, con su patrimonio, enriquecen la oferta turística.
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