El Acuerdo de París adoptado en diciembre de 2015 ha sido fruto de más de dos décadas de negociaciones, avances en el conocimiento del cambio climático y sus consecuencias, reducciones en el coste de las energías renovables y aumentos en el grado de preocupación de empresas y ciudadanos. A pesar del éxito diplomático de París, los compromisos para limitar los peores efectos del cambio climático son insuficientes para evitar una interferencia peligrosa con el sistema climático. Para luchar de manera efectiva contra las peores consecuencias de este fenómeno hemos de integrar la variable climática en los procesos de toma de decisiones (Climate Policy Integration, CPI). Además, tenemos que aumentar el grado de ambición. Todo ello sin «securitizar» el cambio climático.
Es decir, sin otorgarle el grado de amenaza existencial que podría llevar a tomar medidas excepcionales al margen de los procesos ordinarios de toma de decisiones.
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