Las luchas que los portugueses mantuvieron con los distintos pueblos y Estados de la actual Angola, así como su importante número de población, proporcionó una fuente casi inagotable de esclavos, que supuso una verdadera sangría humana que se prolongaría por espacio de tres siglos. Atraídos por esta riqueza, y también por los indicios de hallazgos de minas de plata, los españoles acudieron a este mercado. Angola interesaba como fuente de suministro de esclavos para enviar a las islas del Atlántico y la Península pero sobre todo como excusa para dirigirse hacia América. En efecto, el envío de esclavos fue una de las vías para penetrar en mercados como el de Brasil y, en menor medida, el de Río de la Plata. También este tráfico triangular conectó con otros territorios americanos como el ámbito caribeño, donde los esclavos eran muy demandados y a cambio de ellos se podían obtener fácilmente productos de las haciendas o de las plantaciones. Los beneficios en cada lugar de intercambio eran enormes. Esta época dorada del comercio hispano con Angola iría desde 1615 a 1640 (que coincide en parte con el periodo de la unificación ibérica). Este floreciente intercambio se sustentaba en la presencia de portugueses y, al amparo de éstos, en la participación andaluza y canaria, confluyendo los intereses de unos y otros en la apertura de los mercados africanos y americanos
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